11. Elijo obras del repertorio porque en ellas están las fuentes esenciales de las que beber. También porque a la compañía que dirijo le hace falta crecer y trabajar para esa inmensa minoría de aficionados al teatro. Sueño con un teatro `de arte´ y`popular´ en el mejor sentido de la tradición europea. Creo en el gran público, ávido de verdadera diversión y alimento espiritual; ¿es esto una fabulación idealista? Pues, como Max, en mi cuarentena, aún sigo creyendo en ella, y no tengo ganas de dejar de hacerlo.
Si fuéramos capaces de convertir nuestra austera y peculiar manera de trabajar en un sello insólito, hacerlo visible para el público, los medios de comunicación, los programadores, entonces quizá fuera ése un eficaz elemento de venta de nuestro ¡¿producto?! en el mercado. Así lo han conseguido otros compañeros como los de “La Función por hacer”,o en Guindalera, o los argentinos que tanto me gustan (en la prensa se apunta, con cierto aire de leyenda, los trabajos con los que los porteños tienen que compaginar su actividad teatral, sus ensayos hasta altas horas de la madrugada, su falta de medios que les obliga a utilizar escenografías recicladas, los vestidos de andar por casa, las salas reducidísimas en las que representan, muy próximos al público…). El crítico Marcos Ordoñez señala en sus últimas reseñas que ya estamos más que hartos de las grandes producciones que van en busca de “esa cosa oscura” y venden “humo” envuelto en carísimo celofán, para augurar: “habrá un día en que todo el teatro será como éste, despojado”. ¡Ojalá!
Sin embargo, no nos engañemos: hacen falta muy buenas propuestas escénicas y grandes actores si queremos hacer este teatro despojado. Porque lo espectacular de este teatro despojado es el gran juego del actor al servicio de buenas ideas, emociones honestas.
Si fuéramos capaces de convertir nuestra austera y peculiar manera de trabajar en un sello insólito, hacerlo visible para el público, los medios de comunicación, los programadores, entonces quizá fuera ése un eficaz elemento de venta de nuestro ¡¿producto?! en el mercado. Así lo han conseguido otros compañeros como los de “La Función por hacer”,o en Guindalera, o los argentinos que tanto me gustan (en la prensa se apunta, con cierto aire de leyenda, los trabajos con los que los porteños tienen que compaginar su actividad teatral, sus ensayos hasta altas horas de la madrugada, su falta de medios que les obliga a utilizar escenografías recicladas, los vestidos de andar por casa, las salas reducidísimas en las que representan, muy próximos al público…). El crítico Marcos Ordoñez señala en sus últimas reseñas que ya estamos más que hartos de las grandes producciones que van en busca de “esa cosa oscura” y venden “humo” envuelto en carísimo celofán, para augurar: “habrá un día en que todo el teatro será como éste, despojado”. ¡Ojalá!
Sin embargo, no nos engañemos: hacen falta muy buenas propuestas escénicas y grandes actores si queremos hacer este teatro despojado. Porque lo espectacular de este teatro despojado es el gran juego del actor al servicio de buenas ideas, emociones honestas.
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