DIDÁCTICOS


Breve nota sobre nuestra obra


“Ensayando… El Misántropo” es una versión contemporánea del clásico de Moliere, escrita y dirigida por Luis d´Ors que nace dentro del marco de los TEX (Talleres de Exploración) del Teatro de La Abadía. Este espectáculo ha sido creado por la Compañía de actores Michael Chejov y producido por Guillermo Carnero Rosell, con la colaboración del Teatro de La Abadía y la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid.

A partir del dinámico guión de Luis d'Ors, colaborador habitual desde los primeros tiempos de La Abadía y director de la Compañía de Actores Michael Chéjov, se lleva a cabo el segundo Taller de Exploración (TEX), cuyo resultado provisional se presenta a modo de boceto escénico.

Es el primer capítulo de una serie de “Ensayando…” en la que se versionan las obras principales del repertorio clásico universal, siguiendo los pasos de una compañía que las representa.

Moliere y su misántropo


Le Misanthrope (1666) es la obra más personal de Molière(1622–1673). De la tríada de obras esenciales de Molière, “Tartufo”, “Don Juan” y “Misántropo”, (variaciones sobre el mismo tema de la hipocresía), quizá sea en ésta última donde el autor habla más directamente de sí mismo, del alejamiento del rey, la corte y la sociedad intrigante de París. De hecho, es la única obra en la que Molière se reservó el papel protagonista para interpretarlo él mismo.

El enfrentamiento entre conformismo e inconformismo en la pieza es clara consecuencia de los escándalos que rodearon sus tres obras de esa década de los sesenta, L´Ecole des Femmes, Le Tartuffe y Dom Juan, donde el escritor es acusado de obscenidad, y lo que era más peligroso, de ateísmo. La justificada cólera del protagonista Alceste por un lado, y el compromiso sensato de su amigo Philinte, por otro, debían haber estado murmurando continuamente dentro de la cabeza del autor como el ángel bueno y el malo, mientras se esforzaba en hallar un equilibrio entre su posición como escritor satírico y su trabajo al servicio de la élite cultural y política.

Tampoco es difícil no ver en la relación central de la obra entre un hombre de
mediana edad y una mujer a la que dobla la edad, una referencia a su propia vida, después de su matrimonio en 1661, (con 40 años), con Armande Béjart, una joven actriz de alrededor de 20 años. Así, las continuas desavenencias con su mujer, están también en el trasfondo de la pieza. El protagonista Alceste sufre una pasión amorosa por Celimène, una mujer con un sentido insólito del juego de los afectos.

Se trata de un amor paradójico. Este “quijote de la sinceridad”, este uraño ser antisocial, se enamora precisamente de la mujer perfectamente integrada en el sistema y necesitada de aprobación social.

Sin embargo sería un error ver a Alceste como un autorretrato. El comediógrafo
permanece distanciado de su personaje. Alceste, a pesar de sus notas serias, no deja de ser una creación cómica. Alceste es Molière sin su ironía. Molière sabe que parece ridículo en algunas situaciones. Alceste no. Molière necesita reírse de sí mismo a través de este misántropo, un neurótico encantador que en su exaltación de la honestidad y la utópica gloire, en su enfrentamiento con el mundo de las apariencias, resulta cómico por contraste. El hacer del sufrimiento dramático del inadaptado, un motivo de risa, también digno de lástima, es una de las genialidades de esta comedia.


La Obra “Ensayando el Misántropo”, palabras del director.


Sobre el espectáculo
Presentamos el proyecto “Ensayando…”, sobre el mundo del teatro. Una serie teatral
que describe el devenir de una compañía teatral, desde su fundación hasta su declive y desaparición. Una compañía que ensaya en cada episodio, un texto esencial del repertorio universal. Los personajes son las gentes del teatro; el espacio, el teatro donde trabajan. “Ensayando…” es también un diario de nuestro propio viaje de
“exploración” a través de los temas, criaturas y situaciones que nos han legado
los poetas dramáticos, una fuente de inspiración de la que beber, hoy y siempre.

A través de los conflictos de la gran dramaturgia y en sus diferentes tonos, se pinta un friso humano con el hecho escénico de fondo, un ámbito que conocemos bien, tan útil como cualquier otro. En este caso Moliére y su misántropo. Un nuevo Misántropo, contemporáneo y en su propio medio, el teatro.

Molière fue implacable sobre la necesidad de actualidad en la escritura de
comedias: “Cuando retratas héroes (trágicos) puedes hacer lo que quieras. Son
retratos imaginarios en los que no esperamos reconocernos. Pero cuando retratas
gente real, tienes que pintar lo que ves. Los retratos deben ser exactos. Si no haces retratos reconocibles del mundo contemporáneo, entonces no has conseguido nada.”(La Critique de l´Ecole des Femmes, escena VI). Si la re-escritura de esta obra desde nuestra contemporaneidad significa tomarse libertades, se hace en la convicción de que la reinvención de este clásico es una “fidelidad” del tipo más apasionado y verdadero, explorando en los interrogantes que se desprenden del texto aquellas preocupaciones que forman parte de nuestra propia vida y la de nuestros contemporáneos.

La vida de Molière es una vida vinculada al teatro como pocas. Su obra es el
resultado de las peripecias del devenir vital, de las necesidades de su trayectoria
artística. El propio Molière ya había escrito obras sobre las polémicas suscitadas por sus enemigos en otras obras suyas: La Crítica a la Escuela de las Mujeres y La
Improvisación de Versalles son comedias donde los protagonistas son los actores de su compañía. Molière escribía sobre lo que le afectaba, sobre el violento mundo del teatro que le rodeaba. En la sustancia de Molière está esa concreta y afilada `mala leche´.

Al tema de la pieza original que tanto nos concierne, la falsedad frente a la
sinceridad y sus límites para la convivencia social, hemos querido ahondar en los
motivos de la misantropía del protagonista. Al contrario de Alceste, el actor Max
intenta participar en la sociedad, integrarse en el sistema teatral y no puede. Algo en su interior le frena e intranquiliza: ¿qué le impide manifestar su disgusto, su insatisfacción? El temor a aislarse, la amenaza de ser apartado, la posibilidad de revelar su animalidad salvaje. Esta contradicción entre su deseo de “ser el misántropo”, de actuar como Alceste (quien dice lo que piensa, en un acto de valentía, aunque ridículo) y de ser, en realidad, un ser débil que calla continuamente, es lo que le hiere y produce dolor. Max –irónico nombre para un ser tan pequeño; distinto a Alceste aunque de raíz idéntica-, traiciona su sentir una vez tras otra, no sabe cómo comportarse. Su conflicto (interno) es sentir que no puede decir lo que piensa, que no puede actuar conforme a lo que siente. No la declaración de un sufrimiento explicitado, basado en la retórica, sino contenido en el comportamiento, velado entre líneas. Este desarrollo temático entronca directamente la comedia molieresca con el espíritu chejoviano, cruel y tierno, doloroso y divertido.
Sobre la puesta en escena
Ensayando el Misántropo es un proyecto pensado como ‘work in progress’: el texto
tiene que irse transformando por la personalidad de cada intérprete en los ensayos. La frescura de la puesta será posible desde su participación activa. Se contará con la presencia casi continua de los ocho intérpretes en el escenario, en el que jugarán con las acciones que tienen el foco de primer plano, y en la que el segundo y tercer plano alimentarán la acción principal. La música jugará un papel esencial en la conducción de las distintas atmósferas.

El marco del propio teatro se utilizará como ambientación de la pieza. No hay
escenografía en esta función; el espacio lo conforman los actores y su uso del espacio en movimiento. La cercanía del espectador, que rodeará la acción central -a cuatro bandas-, multiplicará los puntos de vista sobre las situaciones.

Este marco teatral puede hacer suponer, en primera instancia, que es un
inconveniente (“ya están los cómicos hablando de sus cosas”). Sin embargo, además de contar con la fascinación que ejerce para el público mostrar las tripas del teatro, el proyecto está pensado para que cualquier espectador pueda comunicarse con la obra en su vertiente más universal: en qué medida debemos traducir y adaptar nuestros deseos para vivir en sociedad; en qué medida podemos ser libres, honestos, auténticos; hasta dónde es admisible la máscara de apariencia y dónde comienza a ser
un cinismo intolerable. Este es el meollo que hará que el público se comunique con los personajes y sus conflictos, como si de sus propios problemas se tratara.

Luis d’Ors